Ladrón de bicicletas (Ladri di biciclette) es una película italiana del año 1948 dirigida por Vittorio De Sica y basada en la novela homónima de Luigi Bartolini.

Trata sobre un hombre en paro (Lamberto Maggiorani) que encuentra trabajo pegando carteles, para ello es condición indispensable disponer de una bicicleta. Desafortunadamente, le roban la bicicleta y el hombre se verá envuelto, junto a su pequeño hijo, en una aventura por atrapar al ladrón y recuperar su medio de transporte y de vida.
Ladrón de bicicletas es considerada una de películas más representativas del neorrealismo italiano. Este movimiento surgió en Italia recién acabada la Segunda Guerra Mundial (1939 – 1945) y abordaba cuestiones sociales derivadas de la situación de penuria y desamparo que se vivía en aquellos tiempos de postguerra. Sus principales representantes fueron Roberto Rossellini, Luchino Visconti y el mismo De Sica. Los neorrealistas fueron influenciados por el realismo poético francés y por el cine-ojo de Dziga Vertov. Se considera que el neorrealismo italiano adquirió resonancia mundial por primera vez con la película Roma, ciudad abierta (1945) de Rossellini, en la que se representa los sucesos de la ocupación nazi en Roma. Para muchos críticos, este movimiento es la mayor contribución de Italia a la historia del cine mundial.

El cine neorrealista se caracterizó por tratar temas ambientados en los sectores más desfavorecidos de la sociedad. Era un cine muy pobre, sin apenas recursos ni presupuesto. Los rodajes eran casi siempre en exteriores, en calles de la ciudad, y con un elenco de actores la mayoría no profesional. En las escenas de estas películas se reflejaba la precariedad, la pobreza, la desesperación, la frustración, etc., en definitiva, se retrataba la vida cotidiana de la sociedad durante la postguerra de la Segunda Guerra Mundial. Su principal propósito consistía en plasmar como de dura era realmente la situación, se trataba de un cine que representaba la terrible depresión después de una guerra tan atroz y, por tanto, era un cine con mucho contenido social.

Este film supuso la aparición de un nuevo lenguaje cinematográfico y de una nueva forma de hacer y entender el cine. En primer lugar, el contenido rompe con lo anteriormente realizado, las producciones del 1930 al 1943 se caracterizaban por contar historias sin trasfondo social y con un simple fin de entretenimiento y de propaganda del régimen. A partir de 1945, con la derrota militar, esto cambia y se muestra la realidad de Italia con películas donde prevalece el contenido social por encima del argumento o los actores. En segundo lugar, cambia el estilo, se pasa de los artificios de los grandes estudios de Hollywood a un cine más cercano. En este sentido, las principales innovaciones que introdujeron los cineastas neorrealistas al lenguaje audiovisual fueron: dar más importancia a los sentimientos que a la composición icónica; uso de dialectos italianos como forma de lenguaje más esencial y auténtica; rechazo a actores profesionales, se buscaban hombres y mujeres que contasen su propia historia, sin artificios (también por la imposibilidad de pagarlos); introducción de dos nuevos arquetipos, la mujer y el niño; y uso de la improvisación, no hay rigidez, todo es flexible y cambiante. En tercer lugar, la posición moral, había una necesidad imperiosa de describir la cruda realidad con un fin moral. Y, en cuarto y último lugar, el movimiento neorrealista tenía un sentido de protesta, quería impulsar el cine no como una forma de entretenimiento, sino como un instrumento de crítica.
En Ladrón de bicicletas podemos ver varios aspectos característicos del neorrealismo italiano:
– La puesta en escena está marcada por la precariedad técnica: no hay escenas rodadas en estudios, la mayoría son escenarios naturales (lugares públicos, casas y calles de Roma).

– Estilo fotográfico rudo, en especial cuando se muestra el lugar donde viven los Ricci.
– Cámara errante.
– La gramática de planos característica del cine de denuncia social (destacan los primeros planos y las vistas panorámicas de la ciudad) que apela a la complicidad y la emotividad del espectador.
– Los actores no son profesionales: Lamberto Maggiorani (Antonio) era un parado de la construcción que se acercó a curiosear durante el rodaje y le llamó tanto la atención a De Sica que decidió darle el papel de Antonio; Lianella Carell (Maria) era una periodista radiofónica que quería pedirle una entrevista al director; y el pequeño Enzo Staiola (Bruno) se lo encontró por casualidad en una banda callejera de los alrededores.



– No hay una gran elaboración de la caracterización de los personajes.
– Aunque no es un film que destaque excesivamente por la improvisación, sí que hay muchas escenas tomadas de la realidad, como por ejemplo la visita a la vidente.
– Los diálogos son característicos del habla popular para proyectar un acercamiento aún mayor al espectador y cumplen una función complementaria e informativa.
– Final infeliz, nada sale como te esperabas: Antonio, fruto de la desesperación y la frustración que siente por no encontrar su medio de transporte y de vida, intenta robar una bicicleta pero alguien se da cuenta y una multitud de gente lo rodea y, delante de Bruno, es humillado públicamente, para su hijo ha pasado de héroe a otro y simple vulgar ladrón.
Todos los elementos anteriormente descritos dotan de verismo a la película y le dan un toque documentalista.
Ladrón de bicicletas es, junto con Roma, ciudad abierta (1945) de Roberto Rossellini, una de las obras maestras del neorrealismo italiano, un movimiento que se oponía a los artificios de Hollywood y que buscaba, por encima de cualquier cosa, la representación de la realidad social de Italia durante la postguerra. Alcanzó unas cotas de relevancia y difusión que la llevaron a ganar los más altos premios internacionales y a convertirse en una referencia memorable de la historia social y artística del cine.
Eric Macho Cánovas
